9 ZAGORA-AKKA
Una gozada circular por la pista |
Ahora nuestro camino se dirigía a la costa. La primera
jornada nos llevaría hasta Tata y Akka, pero para llegar allí sin dar un rodeo
excesivo había que coger una pista que me tenía preocupado desde hacía meses.
No sabía en qué condiciones estaba, si era sólo para todo-terrenos y camiones o
si, por el contrario, también se podía pasar con nuestra "furgo". “Jota” nos
sacó de dudas: “Por ahí circulan las furgonetas de los locales todos los días.
Seguro que vosotros podéis pasar”.
Efectivamente. La pista, creo recordar que eran 80 kms,
estaba recién repasada por las máquinas. Había muy poca “tole ondulée” y,
además suave. Conduciendo a 70Km/h se pasaba perfectamente. La conducción en
estas condiciones era un auténtico placer. El paisaje acompañaba, a derecha e
izquierda se levantaban hileras de montañas color arena que con la luz del sol
mañanero parecían rojas. Los kilómetros pasaban deprisa. La música de José Luis
Perales sonaba alegre en los altavoces (es broma). La temperatura, perfecta: fresquito mañanero.
Las agujas del salpicadero todas en su sitio. La furgoneta rodando rápida,
levantando una nube de polvo impresionante, sin sufrir castigo alguno por rodar
sobre tierra. Para mí, hasta ahora, el mejor momento del viaje.
Oasis |
Comimos de nuestras provisiones en un laguito junto a un
palmeral. En teoría eran unas cascadas famosas que en realidad consistían en unos rápidos
bastante discretos. Eso sí, el entorno era muy bonito, como de escena bíblica.
Siestecita breve por mi parte mientras Ale dibujaba. Por la tarde llegamos a
Akka donde, tras tomarnos un té, nos dirigimos a la carretera para buscar un
sitio adecuado para dormir en mitad del campo. Ya anocheciendo apagamos las luces del coche y abandonando el asfalto tiramos en dirección a una planicie que tenía una hondonada.
Allí pasamos la noche, en medio del desierto, sin un alma alrededor, sin un
ruido, con millones de estrellas en el cielo. Desde la lejanía se veían los
haces de luces de los coches o camiones que pasaban por la carretera. Cenamos,
nos vimos un par de capítulos de “El Mentalista” y a la cama. Velada estupenda,
noche estupenda.
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