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jueves, 23 de enero de 2014

8 MARRAKECH-ZAGORA

8 MARRAKECH-ZAGORA

Llegar a Zagora desde Marrakech implicaba cruzar la cordillera del Atlas. Eso significaba carretera de curvas y subidas. Pasamos dos puertos. El primero de montañas nevadas, sin nieve en la carretera, y el segundo por montañas de terreno desértico. Ambos tramos fueron muy bonitos, pero yo disfruté más el segundo porque fue al atardecer, con el sol ya bajo iluminando la ladera por la que transcurría la carretera. Una vía de montaña con quitamiedos de piedra y cemento, muy  acorde con el paisaje, casi sin tráfico. Un placer.  Una vez abajo, nos encontramos con un inmenso palmeral que llegaba de estas montañas hasta más al sur de Zagora. 200Km mide el alargado oasis que llega hasta el mismo desierto. Es el valle del río Draa.

Ait Benhadou
Buena estiba
La intención era llegar a Zagora pero se nos hizo de noche y optamos por hacer acampada libre. Nos metimos por un caminito que se alejaba de la carretera, llegamos al palmeral y vimos un sitio bonito cerca de una casa. Paramos allí y nos acercamos a la vivienda a pedir permiso para acampar. Allí salieron tres mujeres con dos niños pequeños que se empeñaron en que entráramos en la casa a tomar té. También intentaron que cenáramos con ellas pero nos excusamos insistiendo en que teníamos ya cena lista en la furgoneta. Decían que los hombres llegarían pronto y así fue. Entraron tres en el salón y nos mandaron a todos al otro lado de la habitación. Extendieron las alfombrillas y empezaron a rezar a Alá. Después la más joven, Nora, hizo lo propio no sin antes habernos traído pan para mojar en aceite mezclado con mermelada. La verdad es que estaba rico. Conversamos un rato con Nora que era la única que hablaba francés fluido. Si por esta gente hubiera sido, hubiéramos cenado y dormido en su casa. La hospitalidad africana te deja con la boca abierta. Después nos fuimos a la furgoneta donde cenamos embutido, y a la cama. Hacía muchos lustros que no veía tantas estrellas en el cielo.
Ahí pasamos la noche, en el palmeral de Zagora, junto a la casa de Nora
Al día siguiente nos despedimos de Nora regalándole un reloj de propaganda que teníamos guardado para esos menesteres. Se puso muy contenta.
"Cestito"
La tarea hoy era hacer los 80 Kms que faltaban para llegar a Zagora. Nada más llegar preguntamos a los lugareños por “Jota”, un madrileño casado con una saharaui, Hanna, afincado allí y dedicado a los viajes y las expediciones. Dimos con él fácilmente pese que el único dato que teníamos era que vivía a la entrada de la ciudad. Reconocí su coche porque lo había visto en su página web “Atar Expediciones” y en el blog que escribió en un viaje España-Sudáfrica el año pasado. Le pillamos en la cama con un gripazo de campeonato. Por la tarde volvimos a su casa, charlamos de viajes por los cuatro costados, nos invitó a cenar y nos dio cantidad de información útil para nuestro periplo. Gracias “Jota”.

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