8 MARRAKECH-ZAGORA
Llegar a Zagora desde Marrakech implicaba cruzar la
cordillera del Atlas. Eso significaba carretera de curvas y subidas. Pasamos
dos puertos. El primero de montañas nevadas, sin nieve en la carretera, y el
segundo por montañas de terreno desértico. Ambos tramos fueron muy bonitos,
pero yo disfruté más el segundo porque fue al atardecer, con el sol ya bajo
iluminando la ladera por la que transcurría la carretera. Una vía de montaña
con quitamiedos de piedra y cemento, muy
acorde con el paisaje, casi sin tráfico. Un placer. Una vez abajo, nos encontramos con un inmenso
palmeral que llegaba de estas montañas hasta más al sur de Zagora. 200Km mide el alargado oasis que llega hasta
el mismo desierto. Es el valle del río Draa.
Ait Benhadou |
Buena estiba |
La intención era llegar a Zagora
pero se nos hizo de noche y optamos por hacer acampada libre. Nos metimos por
un caminito que se alejaba de la carretera, llegamos al palmeral y vimos un
sitio bonito cerca de una casa. Paramos allí y nos acercamos a la vivienda a pedir
permiso para acampar. Allí salieron tres mujeres con dos niños pequeños
que se empeñaron en que entráramos en la casa a tomar té. También intentaron
que cenáramos con ellas pero nos excusamos insistiendo en que teníamos ya cena
lista en la furgoneta. Decían que los hombres llegarían pronto y así fue.
Entraron tres en el salón y nos mandaron a todos al otro lado de la habitación.
Extendieron las alfombrillas y empezaron a rezar a Alá. Después la más joven,
Nora, hizo lo propio no sin antes habernos traído pan para mojar en aceite mezclado
con mermelada. La verdad es que estaba rico. Conversamos un rato con Nora que era
la única que hablaba francés fluido. Si por esta gente hubiera sido, hubiéramos
cenado y dormido en su casa. La hospitalidad africana te deja con la boca
abierta. Después nos fuimos a la furgoneta donde cenamos embutido, y a la cama.
Hacía muchos lustros que no veía tantas estrellas en el cielo.
Ahí pasamos la noche, en el palmeral de Zagora, junto a la casa de Nora |
Al día siguiente nos despedimos
de Nora regalándole un reloj de propaganda que teníamos guardado para esos
menesteres. Se puso muy contenta.
"Cestito" |
La tarea hoy era hacer los 80 Kms
que faltaban para llegar a Zagora. Nada más llegar preguntamos a los lugareños
por “Jota”, un madrileño casado con una saharaui, Hanna, afincado allí y
dedicado a los viajes y las expediciones. Dimos con él fácilmente pese que el
único dato que teníamos era que vivía a la entrada de la ciudad. Reconocí su
coche porque lo había visto en su página web “Atar Expediciones” y en el blog
que escribió en un viaje España-Sudáfrica el año pasado. Le pillamos en la cama
con un gripazo de campeonato. Por la tarde volvimos a su casa, charlamos de
viajes por los cuatro costados, nos invitó a cenar y nos dio cantidad de
información útil para nuestro periplo. Gracias “Jota”.
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