22 RESUMEN MALI (ALEGRÍA)
Entramos en Mali con cierta reserva porque aunque en el sur parece que no
hay conflicto, las cosas andan todavía muy revueltas. Pasamos la frontera rápidamente;
tanto aduaneros como policías fueron muy amables. La carretera nueva, incluso
con un semáforo y ¡¡¡FUNCIONANDO!!! en mitad del campo (sorpresa africana).
La gente enganchada al culebrón de turno.
Como en Senegal, gran fantasía en
el peinado, la moda ha cambiado en cuanto a tejidos y colores, ahora utilizan
otro material más brillante y que da sensación de ser sintético y de ser poco
fresco, con colores lisos y menos chillones, una pena.
El país está tomado por motitos chinas todas del mismo modelo, las hay a miles.
A raíz de esta invasión, es novedoso en los mercados africanos la venta de
cubiertas de ruedas de moto, como vienen de china están envueltas en papeles
brillantes de colores, también las botellas de gasolina de cristal o plástico que
se venden por todos lados.
En Bamako utilizamos el taxi
colectivo, son furgonetillas con bancos corridos y enfrentados donde a base de
estrujarse consiguen meter a 20 personas todas sentadas, no se permite que
nadie vaya de pie y lo cumplen a rajatabla. Además de ser una forma rápida y
barata de desplazarse por la ciudad, es un buen sistema para conocer el
carácter de la gente, y el resultado es que los malienses me gustan, me caen muy
bien, son simpáticos, se ayudan, son generosos. Las mujeres utilizan mucho este
medio de transporte; no es raro coger uno de estos minibuses ocupado casi al completo
por mujeres y bebes o niños pequeños. Allí charlan entre ellas, ríen, compartes
chucherías y se pelean con el cobrador, que, por cierto, estos tipos, los
cobradores, son unos máquinas a la hora
de cobrar y saber a quién deben vuelta y cuánto.
Estudiantes musulmanas visitando el Centro Senoufu , museo de arte africano que hizo un cura de León que ya murio. Muy interesante. |
En el “Grand Marché “de Bamako ya aparecen mercancías que no habíamos visto
hasta ahora, sobre todo animales secos y apestosos que utilizan para brujería o
medicina, pequeños cocodrilos, erizos,
murciélagos, cabezas de avestruz, ratas y otros tipo de roedores desconocidos
para nosotros, pieles , huesos….
La parte artesanal del mercado es vistosa pero bastante insoportable por
los continuos ataques al extranjero, lo que hace que salgas expelido de allí a los
escasamente cinco minutos de tu llegada. Aún así te da tiempo a ver que tienen
trabajos de cuero, plata, cestería... Otro puesto curioso era uno que destacaba
por su gran tamaño y que era exclusivamente de cabezas de pollo.
Bamako, es una ciudad viva y bulliciosa que prácticamente se paraliza a las
horas del rezo.
No entender las arengas que sueltan los imanes por los
altavoces produce cierta intranquilidad; nunca sabes si alguno de ellos en su
ardor religioso puede alterar los ánimos de sus devotos feligreses criticando a
las potencias extranjeras y sus malas costumbres. Menos mal que hasta ahora no nos
ha pasado nada.
En el rio Níger vemos pescadores en
sus piraguas. Trabajan de manera lenta y armoniosa, algo que contrasta mucho con
el bullicio y el tráfico de la ciudad.
Comemos raciones cuartelarias de
arroz o sémola con salsa de cacahuetes y algún que otro trocillo de carne; es
el plato nacional; cuesta 500 Francos CFAc (unos 80 céntimos de Euro).
Desaparecen en la ciudad los carrillos tirados por caballos o burros que
habíamos visto contínuamente hasta ahora, pero todavía se pueden ver en las
zonas rurales, donde también se ven rebaños de cebús, burros y cabras que, por
cierto, aquí son diferentes a las españolas, son paticortas y rechonchas y recuerdan al asno de Shreck.
Seguimos con las basuras y recapacito sobre este asunto, pensando que el
inventor de la bolsa de plástico debe estar removiéndose en su tumba (si es que
ha muerto) con remordimientos por el daño irreparable que su invento ha
ocasionado al planeta, solo comparable al de la bomba atómica. Cuanto más
pequeñas son las aldeas más limpias están.
Para estar en un país en guerra no encontramos apenas controles policiales
ni militares. En los pocos que encontramos (las barreras son bidones oxidados
en mitad de la carretera) vemos que los agentes se están echando la siesta.
Quizás sea por inconsciencia pero en todo momento nos sentimos seguros y
salimos del país con muy buen sabor de boca, con ganas de regresar y viajar por todo su
territorio con tiempo, pudiendo disfrutar
de su gran variedad de paisajes y conocer las distintas etnias que viven allí,
pero tendremos que esperar a que las situación se estabilice.
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