17 RESUMEN MAURITANIA (ALEGRÍA)
Habiendo visto los cuatro km que separaban Marruecos
y Mauritania ya nos hacíamos una idea de cómo sería el resto del país: el
África más cochambrosa. Basuras por doquier,
coches destartalados que ningún desguace
español aceptaría, corrupción aduanera, oficinas de aduaneros con camastros y esteras para rezar entre cabras, ovejas y
desperdicios.
Los mauritanos son altos y elegantes y parece imposible
que entre tanto polvo e inmundicia reluzcan al sol como arcángeles con sus
“bubus” azules o blancos en la mayor
parte de los casos impolutos y radiantes como una novia. Es un gran misterio como
lo consiguen.
La idea que nos pudimos hacer del país es muy
superficial porque nuestro paso por él fue breve pero se puede intuir que en
otras zonas el desierto debe ser
grandioso y virginal. Pudimos disfrutar de noches de cielos fantásticos
y de zonas de dunas doradas. En otras partes había bastante vegetación con
acacias. También pudimos disfrutar de la visión de inmensos rebaños de
camellos.
Nos asombró comprobar que varios mauritanos nos
hablaran en español, parece ser que había una colonia en Carabanchel. Otros lo habían
aprendido, sorprendentemente, en Melilla.
Lo único nuevo e impecable eran unas arquetas de
cemento cada pocos metros que atravesaban todo el país en paralelo a la
carretera, era la conducción de agua del río Senegal, en el norte, hasta
Nouakchott. La capital, un poblachón sin
mucho interés, pero el puerto, a pesar de las toneladas de desperdicios de
pescado, plásticos, frutas podridas… era magnífico, con centenares de
barcos de madera muy bien decorados a base de dibujos de colores.
Actividad
trepidante con la descarga de pescado, además había multitud de puestecillos de
comidas y frutas. Mucha gente por todos lados con la piel oscura, lo que nos recordaba la proximidad del África
Negra.
Por otro lado nos sentimos en todo momento seguros y
a pesar de que dormir en los controles policiales no era el ideal, pernoctar en el desierto es siempre una experiencia
agradable.
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