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viernes, 11 de abril de 2014

36 LAMBARENE-DOLISIE

36 LAMBARÉNÉ-DOLISIE


De Lambaréné fuimos primero a Mouila por una espléndida carretera construida por la empresa española Acciona. De allá seguimos, ya por pista, hasta Ndende continuando después un poco más al sur, justo en un sitio donde había unas casetas y chozas abandonadas. Decidimos acampar allí. El lugar tenía incluso un mástil con la bandera desteñida de Gabón. Tomamos posesión de esa población y le pusimos el nombre de Ciudad de la Luz.
Ciudad de la Luz, Propiedad nuestra.

Nombramos Alcalde a Kai, nosotros éramos concejales; nuestra gestión de la ciudad había sido tan desastrosa (demasiadas cervezas) que los ciudadanos se fueron todos y la ciudad quedó vacía. Hicimos fuego y disfrutamos de una velada magnífica. Kai nos hizo unas salchichas a la brasa que nos supieron a gloria.

Nada más entrar en el Congo nos encontramos con las carreteras del país en su expresión más auténtica, es decir, barrizales. Fueron unos 10 en los 15 primeros Km; nos quedamos atascados en uno del que nos sacó el Land Rover de los alemanes. Los otros los pasamos bien aunque con los nervios al rojo y los bajos rozando de vez en cuando. Momentos tensos pero inolvidables. África auténtica.
Atascados en el barro. Norte de Congo

Escolares de excursion.



Pista congolesa entre Nyanga y Kibangou



Estuvimos bastante tiempo buscando un lugar donde acampar pero no lo encontramos. A ambos lados de la carretera había una muralla de vegetación que impedía salir de la vía. Al final decidimos hacer noche en una aldea. Lo primero que hicimos fue hablar con el jefe del poblado y pedir permiso. Por supuesto que nos dió permiso, además nos invito a cenar, nos proporcionó ducha para todos y entretenimiento –conversación con él y con unos cuantos del lugar-. La experiencia fue extraordinaria. Nos lo pasamos de cine, nos contaron mil cosas de la vida en el pueblo, la agricultura, la caza, los problemas con los elefantes que venían por la zona arrasando las plantaciones de los lugareños sin obtener compensación del gobierno. Por la noche estuvo sonando la música hasta el amanecer, con tambores africanos incluidos. Por la mañana saludé a una paisana que pasó por allí. Le dije:
-Buenos días
-Buenos días
-Como va todo?
-Bien
-Por aquí todo bien también. Y la familia?
-No, la familia no va nada bien. ¡Acabamos de enterrar a mi abuela!
Tierra trágame, pensé, mientras pedía perdón. Metepatas profesional que es uno.
Los alemanes, que estaban atentos, se retorcían de risa contenida.
Con nuestros anfitriones en la aldea al norte de Congo.
Seguimos avanzando hacia el sur. Paramos un ratito en una zona de colinas verdes muy bonita cuando aparece Charly, el inglés, uno de los motoristas que conocimos en Kribi.
Con Charly. al norte de Kibangou, Congo

Estaba muy preocupado porque había perdido a su compañero de viaje, JC, sudafricano. Iba circulando en cabeza cuando se dió cuenta de que JC no le seguía. Dió media vuelta y condujo unos 20 km hasta el punto donde tenía certeza de que el otro le seguía. Volvió hacia el sur de nuevo preguntando a la gente si habían visto la otro moto pasar. Dos testigos le dijeron que sí, por lo que Charly tiró hasta Dolisie donde volvimos a coincidir. Fuimos todos al mismo hotel, los alemanes, Charly y nosotros. Allí pasamos dos días de tensión porque no sabíamos nada de JC. Un policía hizo una gestión telefónica y obtuvo la información de que el motorista perdido estaba averiado en una pequeña aldea. La mañana siguiente Charly salió otra vez hacia atrás, es decir, hacia el norte, en busca de su compañero. Resulta que no encontró ni rastro de él. Al parecer JC había tirado hacia el sur haciendo noche en Dolisie en otro hotel y continuando hacia Pointe Noire, en la costa. Nosotros todos tiramos en dirección contraria hacia Brazzaville. Después Charly recibiría un Email de JC quejándose de que le había abandonado. Hay mil aspectos de esta historia que son incomprensibles.
Lo más gracioso de este asunto fue nuestra llegada a Dolisie. Circulábamos los alemanes y nosotros cuando nos encontramos con Charly en la primera rotonda de entrada a la ciudad. Viene la policía a controlar nuestros papeles. Al  intentar seguir resulta que la moto del británico no arranca. Hacemos un puente con la batería de nuestra furgoneta pero sin éxito. Al final el propio policía se tira al suelo a arreglar el asunto. Era cómico ver al agente con las manos llenas de grasa currando muy motivado bajo la moto. En un momento dado conseguimos arrancarla pero cuando salimos todos, policías y viajeros, en busca de un hotel resulta que la moto del poli no arrancaba. Todos a empujar. Divertido. Pero lo más surrealista de todo fue la caravana presidencial que nos montaron los agentes, eran dos, para escoltarnos hasta el hotel. Uno de ellos iba delante con sirena y baliza, el otro detrás. La gente se quedaba pasmada. Ya en el hotel el poli se bebió unas cuantas cervezas para celebrar nuestra llegada. Muy divertido.

Avería estilo africano
Edificio de Dolisie, Congo.

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